PP y Vox, “lo que haga falta". "El que faç(h)a falta”
En Vox no lo tienen nada claro: venden épica de “nos vamos del gobierno” pero, a la hora de la verdad, prefieren seguir de muleta del PP antes que arriesgarse a unas elecciones que puedan reducirlos a ruido de fondo. El laboratorio perfecto está en la Comunitat Valenciana: Juanfran Pérez Llorca llega a la presidencia gracias a Vox y lo celebra con un discurso calcado al argumentario ultra en clima, migración, mundo rural, agua y nucleares.
Mientras Feijóo convoca manifestaciones en Madrid para exigir elecciones generales, en Valencia su propio partido cierra la puerta a que la gente vote. El PP pide urnas para Sánchez, pero suplica estabilidad cuando depende de los votos de Vox en las autonomías. Doble vara de medir, pero misma obsesión: gobernar sin asumir el coste de sus alianzas con la extrema derecha.
Vox, por su parte, rompe gobiernos autonómicos, posa de oposición “sin miedo” y amenaza con dejar solo al PP, pero acaba regalándole la investidura a cambio de ver su programa ultra leído desde la tribuna como si fuera doctrina oficial del PP. En público hablan de principios; en privado hacen números y descubren que jugársela en elecciones anticipadas puede salirles carísimo.
En resumen: PP y Vox viven un divorcio teatral ante las cámaras, pero comparten hipoteca política, agenda reaccionaria y pánico real a que la ciudadanía decida en las urnas quién sobra. Cuando hay que elegir entre coherencia y sillón, Vox prefiere seguir de apéndice del PP antes que jugarse a una carta su futuro electoral.
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