Isabel Díaz Ayuso vuelve a perder otra vez

Isabel Díaz Ayuso encadena derrotas judiciales contra la amnistía y las leyes del Gobierno mientras vende épica en redes, pero los tribunales la bajan a la realidad una y otra vez.

Isabel Díaz Ayuso vuelve a perder. Y van… tantas que ya es difícil contarlas sin una calculadora política al lado. Su guerra contra el Gobierno central se ha convertido en un bucle: gran discurso, gran pose, gran ruido en redes… y sentencia en contra.​

Su estrategia es siempre la misma: convertir cada ley estatal en una cruzada personal, desde la amnistía hasta los impuestos a las grandes fortunas o los derechos civiles más básicos. Pone el foco en el enemigo perfecto –“el sanchismo”–, incendia los platós, domina titulares… pero cuando la política se convierte en derecho, el Tribunal Constitucional y el Supremo le cierran la puerta en la cara una y otra vez.​

Mientras presume de “plantar cara”, los hechos son tozudos: media docena larga de recursos estrella terminan desestimados, recortados o directamente tumbados por los tribunales. De la eutanasia al impuesto a las grandes fortunas, pasando por sus maniobras para limitar derechos, el patrón se repite: maximalismo ideológico, derrotas jurídicas, relato victimista para tapar el resultado.​

Lo más llamativo no es ya que pierda, sino cómo intenta convertir cada derrota en munición política reciclable. Pierde en los tribunales, pero se declara ganadora en redes. Pierde en derecho, pero intenta ganar en clics. Pierde en sentencias, pero busca victoria en titulares. Ese es el modelo: gobernar a golpe de tuit, no de BOE.​

Ayuso no necesita ganar recursos, necesita mantener la narrativa: ella contra todos, Madrid contra el resto, “libertad” contra cualquier norma que contradiga su marco ideológico. El problema es que, sentencia tras sentencia, la épica se va desinflando y queda la realidad: un largo historial de batallas perdidas que cuestan tiempo, dinero público y credibilidad institucional.​

Ayuso vuelve a perder. Y van… Pero el espectáculo continúa, porque el guion no va de justicia, va de show político permanente.

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