Pedro Sánchez y Junts: siete escaños, una legislatura en rehén.

Pedro Pedro Sánchez y Junts representan a la perfección una ley no escrita de la política: cuando rompes la confianza, no negocias, mendigas tiempo. Y lo haces a golpe de gesto, de medida improvisada y de “acto de contrición” público para tapar meses de incumplimientos que ya nadie finge disimular. Recomponer lo roto, en política, siempre tiene consecuencias: se paga en credibilidad, en cesiones, en estabilidad… y, sobre todo, en dependencia.​

Los guiños a Junts han pasado de ser estrategia a ser necesidad vital de una legislatura atada con hilo dental. Retrasos en sistemas fiscales, ayudas exprés, flexibilizaciones hechas a medida y promesas recicladas se venden como “medidas para la gente”, pero nacen de una sola obsesión: que los votos de Junts no se vayan y no hagan saltar por los aires el tablero. Cuando un gobierno presume de diálogo pero actúa por pánico parlamentario, el relato se cae solo.​

La foto es atemporal: un presidente que primero niega incumplimientos, después los admite y finalmente los convierte en oportunidad moral para “recomponer mayorías”. El guion se repite legislatura tras legislatura, partido tras partido: se promete para sobrevivir, se incumple para gobernar cómodo, y se rectifica cuando el socio amenaza con hundir el barco. La política convertida en mercadillo permanente, donde cada voto tiene tarifa dinámica.​

Junts también juega su partida. Cuanto más frágil es el gobierno, más alto es el precio de la reconciliación. Pedir gestos ya no basta: ahora exige reconocimiento público de los fallos, medidas concretas, plazos y foco mediático. No se trata solo de arrancar concesiones, sino de dejar claro quién manda realmente cuando la aritmética parlamentaria se ha convertido en rehén de siete escaños.​

La lección es clara y no caduca: romper acuerdos tiene consecuencias, intentar recomponerlos a la desesperada también. Cada guiño que se anuncia en rueda de prensa, cada rectificación envuelta en retórica de “normalización” y “convivencia”, es un recordatorio de que el coste político de engañar a tus socios siempre se paga… la única duda es cuándo y con qué intereses.​

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