3 millones en ladrillo, 0 en vergüenza. Así gobierna Ayuso.


La presidenta de Madrid esquiva la crisis de la vivienda y se instala en dos viviendas de lujo financiadas por un procesado por fraude fiscal. Un nuevo capítulo en la política del privilegio, la corrupción y la hipocresía, que genera más preguntas que respuestas.


Si Isabel Díaz Ayuso tuviera que definirse con una frase, sería: "Aquí mando yo y las reglas son para los pringados." La presidenta de la Comunidad de Madrid se regodea en dos viviendas de lujo en Chamberí –un piso y un ático de más de 387 metros cuadrados y 3 millones de euros de valor de mercado– mientras miles de madrileños se dejan la vida buscando hogar y el Gobierno hace malabares para aparentar sensibilidad social.

Pero lo más jugoso, lo más indignante, no es solo el derroche en ladrillo de alta gama, sino quién paga la factura: Alberto González Amador, su pareja, procesado no solo por fraude fiscal y falsedad documental, sino investigado por corrupción en los negocios y administración desleal. Pagaba 5.000 euros mensuales de alquiler y 600.000 euros de hipoteca con una mano, mientras con la otra “destrozaba su vida” ante el Tribunal Supremo por las filtraciones que lo ponían en la diana mediática. "O me voy de España o me suicido," llegó a declarar. ¿Drama personal o teatrillo digno de Netflix?

Ayuso, que en 2022 lloraba porque en Madrid “se ha disparado el precio de la vivienda”, no compró, pero alquiló y sumó metros cuadrados como quien suma followers en Instagram. La operación, envuelta en favores de fiscalistas e hipotecas dignas del Monopoly, revela lo que todos sospechábamos: para los poderosos el mercado inmobiliario no es una trampa, sino el paraíso.

Mientras la presidenta hace acrobacias para reírse de los periodistas que preguntan por su vivienda (“¿De lujo? Hay que morirse de risa con ustedes”), su pareja multipropietaria se enfrenta a tres años y nueve meses de cárcel por fraude fiscal, acusado de embolsarse casi 2 millones de euros en comisiones de la pandemia y camuflar el pago con una empresa fantasma. El lujo como coartada, el fraude como rutina y la justicia esperando en el banquillo.

¿Le afectará? Para Ayuso la impunidad es su mejor outfit. En Madrid la crisis de la vivienda existe... para el pueblo. La presidenta escapa, el procesado paga, y los votantes asisten al mayor espectáculo de ego y corrupción en la política española.

La moraleja es tan ácida como contundente: Madrid no es la ciudad sin ley; es el laboratorio de la desigualdad donde Ayuso y compañía hacen ciencia ficción con el dinero y la moral.

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