Corrupción del PP en serie: Moreno Bonilla nunca fue ajeno.

La trama de corrupción del PP en Andalucía suma nuevos capítulos con Moreno Bonilla perfectamente al tanto. Almería se convierte en el emblema de un partido abonado al escándalo y dirigido por un presidente experto en mirar para otro lado. ¿Hasta cuándo pagarán los andaluces por los desmanes del poder azul?

El PP vuelve a estar en el epicentro de la corrupción, y —no te sorprendas— Moreno Bonilla lo sabía todo. La operación Almería encoge las excusas del “nuevo PP” andaluz y deja claro que aquí la impunidad se cocina en casa con receta propia: contratos públicos sospechosos, alcaldes eternos y una jerarquía perfecta para que nada pase sin que Moreno tome nota.

En cuanto estallaron las detenciones, el presidente activó su modo “gestión de daños”: manda a sus pesos pesados a apagar fuegos, ordena silencios estratégicos y se enfoca en eso que tan bien maneja — mantener el voto cautivo antes que limpiar el lodazal. La preocupación no es la limpieza ética, sino la batalla electoral frente a Vox, mientras los caciques como Gabriel Amat y Javier Aureliano García permanecen intactos, inmunes a cualquier regeneración real.

La sociedad andaluza ve cómo los de siempre se reparten poder y contratos mientras las dimisiones son ciencia ficción y la fiscalía solo hace de telón de fondo. Moreno controla, veta, tapa y calla; esa es la verdadera política anti-corrupción del PP andaluz. Aquí el “suma y sigue” no es una frase hecha, es la estrategia institucional.

¿Hasta cuándo puede un partido seguir esquivando el coste político del saqueo organizado? Mientras los telediarios abren cada día con casos nuevos, Moreno sigue vendiendo “estabilidad”, pero los hechos lo desmienten. Porque en Andalucía la corrupción no “salpica”, directamente arrastra… y el silencio presidencial es la mejor señal de que todo sigue igual.

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