Feijóo cruza otra línea roja: del “prófugo” Puigdemont a suplicar a la patronal catalana que hable con él para su apoyo moción de censura.
La escena en Barcelona lo resume todo: Feijóo admite que “no le dan los números” y reconoce que le faltan votos de Junts y ERC, pidiendo a la patronal que interceda para que apoyen una moción cuyo único compromiso sería convocar elecciones generales. No habla de proyecto, ni de programa, ni de país: solo de adelantar elecciones porque no ha sido capaz de ganar ni negociar una mayoría real.
Mientras tanto, por dentro el PP hierve. Sectores del partido ya reclaman abiertamente registrar la moción de censura aunque se pierda, vendiéndola como una “respuesta política” al deterioro del Gobierno y a la entrada en prisión de Ábalos. Para unos, es la oportunidad de dar un “golpe de timón”; para otros, un suicidio parlamentario que regalaría a Sánchez una especie de moción de confianza encubierta… con derrota garantizada del PP.
Ese es el cuadro: un Feijóo presionado por los suyos para que presente una moción perdedora, sin los 176 escaños necesarios, atado a Vox y a cuatro votos más que solo pueden venir de quienes el PP ha demonizado día sí y día también. Por un lado, Génova quiere exhibir músculo frente a un Gobierno golpeado por casos de corrupción; por otro, teme quedar retratada como oposición torpe e incapaz de articular una mayoría distinta a base de pancarta y tertulia.
La foto final es la de un PP que se decía garante de la “dignidad de España” mientras hoy reza para que Puigdemont, Junts y la patronal catalana le saquen de su propio callejón sin salida. De “prófugo” a salvavidas, de negarse a negociar a implorar por cuatro votos: Feijóo no lidera la partida, la sufre.
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