Los jueces y los gatos siempre caen de pie.
Jueces en el punto de mira: querellas, secretos filtrados y una casta judicial que, igual que los gatos, siempre cae de pie aunque tropiece con escándalos de revelación de secretos, sentencias polémicas y privilegios blindados en España. Hay que desnudar cómo la justicia castiga al de abajo mientras protege a los suyos, con el caso del presidente del tribunal que juzgó al fiscal general como símbolo de una casta togada que nunca toca suelo de verdad.
Los jueces y los gatos siempre caen de pie. La diferencia es que a los gatos nadie les ha dado el poder de decidir sobre tu vida, tus derechos y tu futuro. A los jueces, sí. Y en España, esa casta judicial está otra vez en el epicentro del escándalo.
Los Comuns han presentado una querella por revelación de secretos contra Andrés Martínez Arrieta, presidente del tribunal que juzgó al fiscal general Álvaro García Ortiz. En plena audiencia, el magistrado remató en “tono jocoso” diciendo que tenía que “poner la sentencia del fiscal general del Estado”, dejando entrever lo que debería permanecer bajo secreto de deliberación. No es un chiste: es un síntoma. Cuando un juez convierte la sentencia del fiscal general en frase de barra de bar, lo que se derrumba no es el humor, es la confianza en la justicia.
Mientras tanto, más de 1.300 jueces firman un texto contra el Gobierno, denunciando que se alimenta un relato “falso y dañino” sobre la condena al fiscal general. Se indignan por las críticas políticas, pero apenas se escucha autocrítica cuando salen a la luz casos de jueces sancionados, expulsados o incluso condenados por corrupción, cohecho o prevaricación. El relato oficial: la justicia está bajo ataque. La realidad: la casta judicial se defiende a sí misma.
Los datos oficiales hablan de 50 personas procesadas por corrupción en el ámbito judicial en 2024, pero el número de jueces que de verdad pagan con cárcel o inhabilitación es mínimo. Al ciudadano se le exige respeto ciego a las sentencias; a los jueces, se les concede una red invisible que siempre los deja caer de pie.
En España, los jueces juzgan a todos… menos a su propio ecosistema. La casta se protege, el sistema se blinda y el mensaje es claro: si llevas toga, caes de pie; si no, te estampas contra el suelo.
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