PP y Vox: ¿Duelo por la derecha o suicidio electoral?
En el mapa político español, PP y Vox bailan abrazados sobre el filo de la navaja. Mientras la derecha suma, algunos feudos populares corren serio peligro de caer por la aritmética de los restos y el insaciable avance de Vox. La batalla no solo se libra contra la izquierda, sino también entre aliados que, al repartirse el pastel, podrían acabar sirviéndoselo en bandeja a Pedro Sánchez.
La batalla electoral entre el Partido Popular y Vox está alcanzando niveles de vértigo en las pequeñas provincias españolas, donde la transferencia de votos puede desencadenar efectos inesperados. Vox, lejos de conformarse con su techo del 15% alcanzado en 2019, amenaza con seguir elevando su presencia territorial, mientras el PP trata de vender positividad en público y nerviosismo en privado.
Este pulso no es un simple enfrentamiento por liderar la derecha. Es una guerra fría en la que cada voto que se escapa de Feijóo rumbo a Abascal pone en jaque escaños clave. Y en el reparto, los números no engañan: provincias donde se eligen tan solo tres diputados concentran el mayor riesgo. Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel, Zamora y Soria son pequeños feudos en los que cualquier mini debacle del PP podría regalar hasta cinco escaños al PSOE, el principal beneficiado por la fragmentación del bloque conservador.
La historia reciente lo deja claro. En las generales de 2023, el 'voto útil' suplicado por Feijóo dejó a Vox a las puertas de varios escaños salvadores, que finalmente recayeron en manos socialistas. Se repite el guion: el ascenso de Vox puede romper el tradicional 2-1 entre PP y PSOE en favor de un 1-1-1 donde Vox acabe multiplicando su presencia… o un vuelco que deje al PP solo con el 1 y regale el 2 al PSOE.
Los populares, conscientes del peligro, insisten en el avance centrado frente a la radicalización de Vox y apelan a la suma conjunta para impedir que la izquierda recupere terreno. Sin embargo, las matemáticas de la proporcionalidad y los restos no perdonan distracciones: en Castilla y León, Extremadura y Andalucía, el equilibrio es tan precario que la interdependencia PP-Vox se convierte en una relación tóxica de supervivencia.
Para el PSOE, la estrategia es clara: alimentar la imagen de la ultraderecha como antagonista directo y presentar al PP como aprendiz de brujo, dependiente de los votos de Abascal para gobernar. Pedro Sánchez no pierde oportunidad en TikTok ni en la radio para cortejar al electorado más joven, planteando escenarios de adelanto electoral si la derecha sigue perdiendo fuelle.
¿Estamos ante la consolidación de un superbloque conservador que arrasará en las generales? No tan rápido. Las encuestas dicen que PP y Vox podrían alcanzar juntos 190 escaños, pero Génova y la sede de Vox se muestran prudentes. Basta una campaña acertada de la izquierda para voltear el tablero y, otra vez, los restos y las transferencias se convierten en daga para los populares.
El PP y Vox se necesitan, pero también pueden destruirse mutuamente en su lucha por la hegemonía. Cada voto robado o prestado puede tener el efecto contrario al deseado y, como ocurrió en los últimos comicios, el gran perdedor puede acabar siendo el que pensaba tener la sartén por el mango.
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