Un país sin miedo. La victoria comunista revela la nueva Chile y la ultraderecha entra en crisis
El mito de un Chile paralizado por el miedo comunista acaba de estallar en la cara de sus arquitectos. La victoria de Jeannette Jara dinamita los eslóganes de décadas y pone sobre la mesa un país en movimiento, en rebelión y dispuesto a decidir el guion de su futuro. ¿Se tambalea la vieja guardia? La respuesta es un sí tan rotundo como incómodo para quienes siempre vendieron miedo y recibieron conformismo.
La noche del 16 de noviembre pasó a la historia chilena y al manual de estrategia política latinoamericana. Jeannette Jara, exministra de Boric y militante comunista, logró lo impensable: abrir un nuevo ciclo y romper el techo histórico de la izquierda con un 26,6% de votos, frente a un 24,2% de José Antonio Kast, el eterno ultraderechista. En un país donde la palabra "comunista" fue sinónimo de amenaza y herramienta de disciplina colectiva, ver a Jara liderar las urnas es mucho más que una victoria electoral; es una derrota psicológica para quienes apostaron todo al miedo.
No es casualidad: Chile celebró sus primeras presidenciales con voto obligatorio. Quince millones y medio de voces, que hasta ayer parecían coros de fondo, decidieron afinar. Y la melodía que eligieron es la de un cambio real, con demandas concretas: control de armas, secreto bancario transparente, sueldo vital, aumento progresivo del salario mínimo y facilidades hipotecarias para una juventud expulsada del sueño inmobiliario.
La ultraderecha, lejos de retirarse, afila sus cuchillos y suma aliados: Kaiser y Matthei ya le entregaron su apoyo a Kast, que matemáticamente supera el 50%. ¿Amenaza? Más bien, último aviso. Kast ofrece recetas de cárcel total, recortes millonarios sin mapa y deportaciones exprés. Un menú autoritario con el que quiere transformar la democracia chilena en un quirófano.
Lo fundamental, sin embargo, no está en la aritmética electoral, sino en la política de fondo: el anticomunismo ha perdido el monopolio emocional y la izquierda aparece como una opción vital. Tras el estallido social, el proceso constituyente frustrado y el desgaste neoliberal, el pueblo chileno muestra memoria, agilidad y un deseo de Estado que deje de mirar a otro lado.El 14 de diciembre se disputará la segunda vuelta. El verdadero pulso será entre quienes quieren administrar a Chile como una empresa familiar y quienes reclaman, de una vez por todas, que la mayoría decida su destino.
La izquierda en Chile ya no cuestiona; ahora responde. Y lo hace sin miedo.
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