Valle de los Caídos: ¿Demolición o resignificación? Cuando la memoria cuesta millones y la cruz sigue en pie

En el Valle de los Caídos, la historia sigue sepultada entre huesos olvidados y polémicas arquitectónicas. El Gobierno apuesta por resignificar el espacio con una inversión millonaria, pero la verdadera pregunta sigue intacta: ¿hacen falta grietas, cruces y proyectos estéticos para reparar décadas de silencio y privilegios eclesiásticos?



El reciente anuncio del proyecto ganador para el memorial en Cuelgamuros, antiguo Valle de los Caídos, ha encendido de nuevo el debate sobre qué hacer con el mausoleo más incómodo del franquismo. "La base y la cruz", la propuesta elegida, deja atrás la demolición total del complejo y opta por una intervención arquitectónica que promete "diálogo" y "visión plural". La escalinata será sustituida por una grieta abierta al cielo —una metáfora tan cara como literal, con 30 millones de euros de presupuesto—. Pero, ¿es esto resignificar la memoria histórica o maquillar el pasado para seguir posando bien en las fotos?

Mientras el Gobierno y la Iglesia pactan preservar la imponente cruz y la presencia benedictina, las voces más críticas exigen una desacralización total, una memoria democrática sin símbolos religiosos ni privilegios confesionales. Desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, advierten que la intervención arquitectónica es innecesaria y costosa: “El Valle solo necesita una explicación, no una grieta de 30 millones que no devuelve dignidad a los desaparecidos”. ¿Cuántos identificaciones podrían financiarse en lugar de esculturas y espacio abierto al cielo?

El modelo de memoria en España contrasta con referentes internacionales. La ESMA en Argentina y Auschwitz en Polonia han convertido lugares de horror en espacios aconfesionales gestionados por organismos de derechos humanos. El Valle de los Caídos, por el contrario, sigue bajo el dominio católico y depende de equilibrios políticos. ¿Qué ocurrirá si el próximo gobierno decide enterrar —o exhumar— la resignificación?

El debate sobre la demolición es más profundo que los cimientos del mausoleo. Familias como la de Fausto Canales, que luchan por recuperar restos de seres queridos, reclaman que la cruz se trocee y exponga, como testimonio y no como provocación. A día de hoy, el dolor permanece intacto y la memoria, desprotegida.

Más allá de eslóganes y polémicas millonarias, el Valle de los Caídos necesita un relato colectivo, una reparación real y menos mármol. Porque, en definitiva, ni las grietas arquitectónicas ni las cruces monumentales curan las heridas abiertas por la dictadura. La demolición, para muchos, no es cuestión de piedra, sino de consciencia.

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