El PP valenciano, testaferro sumiso: Vox ordena, ellos ejecutan.
VOX y PP han convertido la Comunidad Valenciana en su laboratorio político, encadenando pactos, presupuestos y leyes reaccionarias que hacen del PP el auténtico testaferro de la agenda ultra de Vox en el gobierno valenciano.En la Comunidad Valenciana, VOX y PP ya no son solo socios de gobierno: son una sociedad política en comandita donde el PP pone la fachada “moderada” y Vox marca la agenda ideológica. Desde el primer pacto que llevó a Carlos Mazón a la presidencia hasta los acuerdos posteriores para aprobar presupuestos y recolocar a nuevos presidentes, la derecha clásica ha aceptado el papel de testaferro dócil de la extrema derecha.
Los acuerdos encadenados entre VOX y PP han consolidado un poder compartido en instituciones clave como la Generalitat y Les Corts, blindando una mayoría que se utiliza para desmantelar avances sociales y derechos civiles. Mientras Vox presume de arrancar concesiones, el PP se limita a normalizar cada paso y venderlo como “estabilidad” y “buena gestión”, aunque el precio sea ceder terreno en diversidad, igualdad y libertades.
La mayoría PP-VOX ha servido, entre otras cosas, para tumbar iniciativas que defendían la protección de las personas LGTBI y cerrar la puerta a sancionar claramente las llamadas “terapias de conversión”, pese a las advertencias de colectivos y oposición. El mensaje es nítido: cuando Vox aprieta, el PP afloja principios y se convierte en correa de transmisión de la batalla cultural ultra.
Lejos de ser una anécdota local, la Comunitat Valenciana funciona como escaparate de cómo la derecha tradicional puede convertirse en simple envoltorio amable de un proyecto político mucho más radical. Cada nuevo pacto, cada nueva investidura y cada presupuesto aprobado en tándem certifican el mismo patrón: Vox manda la partitura y el PP la interpreta con sonrisa institucional.
En este escenario, hablar de un PP “autónomo” en Valencia es casi un chiste: su margen real se mide en cuántas veces está dispuesto a tragarse las líneas rojas que prometió no cruzar. El resultado es un gobierno donde la ultraderecha no necesita ganar sola; le basta con un testaferro bien vestido para firmar los papeles.
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