La libertad: nadie está a salvo del nuevo cazador de derechos
La libertad está en el punto de mira: nadie está a salvo cuando la derecha ultra, los jueces politizados y los medios desinformadores convierten la democracia en un blanco móvil.
La libertad ya no es un derecho, es un lugar en peligro permanente. Nadie está a salvo cuando el objetivo real no es un presidente, sino cualquier ciudadano que se atrevió a votar progreso y ahora ve cómo quieren devolverle al corral de la obediencia. Hoy piden la dimisión de Sánchez, mañana irán a por tu pancarta, tu tuit, tu pensión, tu sanidad, tu huelga y tu voto.
Mientras venden “defensa de la democracia”, lo que se cocina es una democracia vigilada: más porras, más multas, más miedo, más silencios. Informes de organizaciones de derechos humanos y plataformas de monitorización ya hablan de centenares de vulneraciones del derecho de protesta solo entre 2022 y 2023, con detenciones, sanciones desproporcionadas y criminalización de movimientos sociales ecologistas, feministas, por la vivienda o en solidaridad con Palestina. Traducido: la libertad existe… siempre que no la ejerzas contra los poderes de siempre.
Los mismos que gritan “libertad” delante de las cámaras son los que, en la práctica, señalan manifestantes, periodistas incómodos y activistas como enemigos internos a neutralizar. Se presentan como víctimas mientras empujan leyes mordaza, blindan privilegios y jalean a jueces y tertulianos que hablan de protestas como si fueran terrorismo low-cost.
La estrategia es clara y está probada: primero demonizan al Gobierno progresista, luego a los movimientos sociales, después a cualquier disidencia mínima. Lo vimos en las campañas contra la amnistía, con discursos de “peligro para la democracia” agitando la calle mientras se señalaba a quienes se movilizaban como si fueran una amenaza existencial. Lo vemos en informes que alertan del uso sistemático de la legislación para castigar protestas pacíficas y de la infiltración policial en colectivos sociales.
Por eso el mensaje central es incómodo pero urgente: nadie está a salvo. No lo están los pensionistas, las mujeres, los inmigrantes, la comunidad LGTBI, los defensores del clima o quienes luchan por la vivienda, porque todos ellos encarnan libertades concretas que la reacción quiere recortar una a una. Cada protesta reprimida, cada causa judicial política, cada campaña mediática de odio manda el mismo aviso: la libertad no se pierde de golpe, se trocea en silencio hasta que solo queda una palabra vacía en boca de quienes la usan como coartada para pisotearla.
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