Menage à trois: Ayuso, Quirón y González Amador, la cama perfecta del negocio sanitario
Ayuso (I.D.A.) y Quirón se han convertido en el símbolo perfecto de cómo la sanidad pública madrileña se desangra mientras la privada hace caja a base de conciertos, sobrecostes y “milagros” presupuestarios que siempre caen del mismo lado.
En Madrid hay una constante que no entiende de años, coyunturas ni excusas: cuando se habla de desviar dinero público a la privada, los nombres de Ayuso, Quirón y González Amador siempre aparecen en la misma frase. Da igual el contexto, la legislatura o la crisis del momento: el modelo es el mismo, la factura siempre sube y la sanidad pública siempre pierde.
Mientras los hospitales públicos encadenan recortes, colapsos y listas de espera imposibles, los centros gestionados por Quirón disfrutan de un sistema donde el presupuesto inicial es una mera sugerencia y la cuenta final un “ya veremos… pero al alza”. En paralelo, el círculo de consultoras y negocios vinculados a González Amador vive de ese ecosistema, con años de contratos, encargos y facturación ligada al gigante sanitario. Años tras año, las cantidades realmente pagadas superan con creces lo presupuestado, consolidando un modelo donde la libre elección se parece demasiado a la libre recaudación.
El relato es conocido: se infrafinancia lo público, se fuerza a los pacientes a huir a la privada y luego se señala esa fuga como justificación para seguir inflando conciertos con empresas amigas. En ese tablero, el socio perfecto es un entramado empresarial que, como el de González Amador, ha tenido en Quirón a su gran cliente y en la administración madrileña el contexto político ideal. Es el círculo perfecto: la gente desesperada paga dos veces, con sus impuestos y con su bolsillo, mientras los beneficios empresariales se disparan y la rendición de cuentas se diluye entre tecnicismos y auditorías selectivas.
I.D.A defiende este modelo como si fuera modernidad, eficiencia y libertad, pero las cifras hablan otro idioma: más miles de millones transferidos, más porcentaje del gasto sanitario dedicado a conciertos y más poder para un puñado de grupos privados que han convertido la enfermedad en un negocio estable y creciente. Al mismo tiempo, González Amador encara causas por fraude fiscal y corrupción en los negocios, con piezas separadas que apuntan precisamente a sus relaciones con el universo Quirón. La sanidad madrileña ya no se mide solo en camas, quirófanos o profesionales, sino en lo felices que quedan los consejos de administración y los socios del ecosistema.
Al final, el resumen es tan simple como brutal: donde la mayoría ve hospitales y derechos, Ayuso, Quirón y González Amador ven contratos, comisiones y rentabilidad. Y en ese reparto, lo único que nunca se recorta son los beneficios.
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