Pedro Sánchez frente al doble juego de Sumar: gobernar y hacer oposición a la vez
Pedro Sánchez ya no discute solo nombres en un Consejo de Ministros: discute quién manda en el relato de la izquierda, si la resistencia inmóvil del PSOE o la “audacia regeneradora” que Sumar quiere capitalizar a golpe de ultimátum.
La factura de la limpieza pendiente
La tensión no va solo de sillones, va de quién paga la factura de años de corrupción, tramas opacas y denuncias de acoso sexual que han minado la autoridad moral del PSOE. Sumar ha olido la grieta y ha convertido la remodelación “en profundidad” del Gobierno en un examen ético: o Sánchez corta la hemorragia o queda pegado para siempre a la mancha.
Sumar como auditor de la izquierda
Ernest Urtasun y Yolanda Díaz se colocan en un rol incómodo pero rentable: auditores de una izquierda que predica feminismo y decencia mientras encadena casos que huelen a lo de siempre. Reclaman ceses, explicaciones y agenda social (alquiler, escudo social, salarios) para dejar claro que no basta con sobrevivir en la Moncloa si el precio es perder el vínculo con el malestar popular.
El inmovilismo como aliado de la derecha
Cuando Sumar denuncia el “inmovilismo” de Sánchez, apunta al núcleo del problema: si la limpieza institucional no la hace la izquierda, la capitaliza la derecha con su discurso punitivo y reaccionario. Un Gobierno de coalición que se niega a moverse frente a la corrupción no solo erosiona su base, también abre la puerta a un ciclo político donde PP y Vox puedan presentarse como los únicos capaces de “poner orden”.
¿Resistir… para qué?
El dilema de fondo es brutal: resistir sin cambiar nada ya no es resiliencia, es una forma elegante de rendirse a cámara lenta. Sumar ha entendido que, si no fuerza una ruptura con la podredumbre, será arrastrado con el PSOE; de ahí que convierta la remodelación en un plebiscito sobre quién quiere gobernar para la gente y quién solo quiere aguantar el mandato.

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