Todas las querellas contra Pedro Sánchez terminan igual: desestimadas.
Pedro Sánchez se ha convertido en el político más perseguido en los tribunales, con decenas de querellas archivadas por el Tribunal Supremo mientras la derecha y la ultraderecha intentan sentarlo en el banquillo sin conseguirlo.
Pedro Sánchez es, probablemente, el presidente más querellado de la historia reciente de España. Y, al mismo tiempo, el presidente al que más veces han intentado sentar en el banquillo… sin lograrlo ni una sola vez. El dato político no está en las querellas, está en los archivos. El dato no está en las portadas incendiarias, está en los autos del Supremo que se repiten como un estribillo: inadmitida, archivada, no hay delito.
Durante años, una maquinaria perfectamente engrasada de partidos ultraderechistas, plataformas reaccionarias y pseudocolectivos “cívicos” ha bombardeado al presidente con denuncias por malversación, prevaricación, revelación de secretos, omisión del deber de socorro, incluso delitos casi épicos para el titular fácil. Pero, una y otra vez, el Supremo frena la fantasía y la devuelve a la realidad jurídica: los hechos no revisten apariencia de delito, no hay base penal, no hay caso.
Aquí está el punto incómodo: no se trata de “control democrático”, se trata de guerra política a golpe de querella. Vox, Manos Limpias, Hazte Oír, Abogados Cristianos, plataformas infladas a golpe de tertulia, todos disputando un trofeo simbólico: colocar la foto de Pedro Sánchez entrando en un juzgado como si fuera la prueba definitiva de su “culpabilidad moral”. Lo intentan con la DANA, con la repatriación de activistas, con el caso Koldo, con cualquier excusa convertida en relato de “régimen corrupto”.
La paradoja es brutal: cuanto más se acumulan los fracasos judiciales, más se enciende el discurso mediático. La verdad procesal no importa, importa la imagen: “el presidente investigado”, “el presidente acorralado”, “el presidente bajo sospecha”. Aunque el Supremo archive una, diez, ochenta querellas, la foto que se quiere tatuar en la opinión pública es otra.
Mi punto de vista es claro: Pedro Sánchez, el hombre querellado, es también el hombre al que la justicia, una y otra vez, le dice a la cacería política lo que no se atreven a admitir en campaña: no hay caso, no hay delito, no hay banquillo.
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